Segunda sesión: desvelando a la tapada limeña
Para la segunda sesión del seminario hemos tenido la suerte de ver materiales reservados del Museo de América. Queremos agradecer especialmente a la ponente, Carmen Rodríguez de Tembleque, que organizó la sesión en el Museo para que pudiéramos acceder a las láminas de tapadas limeñas que se conservan en él y que no se encuentran en la exhibición permanente.
Además de posibilitarnos el acceso a estos materiales, Carmen Rodríguez realizó un interesante panorama por la historia de la tapada limeña, ese personaje que cautivó a viajeros y visitantes a lo largo de los siglos. Primero nos explicó las partes en las que consistía el atuendo de la tapada, comenzando por la saya, que podía ser encanutada, desplegada, encarrujada y de tiritas. Sobre la saya la tapada se enganchaba el manto, que subía por la espalda hasta la cabeza, después se ponían la camisa y por último un mantón o chal para las épocas de más frío. Además de estas ropas, la profesora Rodríguez insistió en la importancia de los zapatos, que solían ser de raso y jugaban un papel crucial en la apariencia de la tapada.
Después, Rodríguez de Tembleque nos explicó los posibles orígenes de la tapada, que existía ya en 1560, aunque probablemente antes, con el virrey Antonio de Mendoza, ya se podía ver por las calles a mujeres con este atuendo. En 1561 encontramos las primeras leyes que prohibían a la mujer cubrirse el rostro; leyes que no consiguieron evitarlo a lo largo de tres siglos. No fue hasta el XIX cuando la moda de la tapada se fue sustituyendo poco a poco por la moda francesa.
Con abundantes imágenes, incluyendo fotografías del siglo XIX, y estupendas referencias a libros de viajeros como Juan Mauricio Rugendas o Max Radiguet, así como a textos de Ricardo Palma o Flora Tristán, Carmen Rodríguez nos ofreció un estupendo recorrido por la historia de esta figura femenina. La ocultación, la provocación y el jugar al equívoco son algunos de los objetivos que perseguía la tapada limeña, una mujer que gozó de más libertad que muchas otras mujeres gracias al anonimato que le permitía taparse a voluntad en espacios públicos.
La tapada se dejaba ver por las plazas, las alamedas, los lugares de moda, como los baños de Chorrillos, la iglesia, el mercado, los comercios y las fiestas. En su viaje al Perú, Flora Tristán se sorprendió de la libertad de la mujer limeña frente a, por ejemplo, la francesa. Esta libertad no solo se percibía en su atuendo, sino también por su actitud, que era totalmente diferente: el traje de tapada le daba libertad a la mujer, quien además, según el color de su saya, podía también expresar opiniones políticas.
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