Duodécima sesión: historia de dos traidores yucatecos
En la sesión de ayer el profesor Carlos Jáuregui presentó a dos figuras de la historia de Yucatán que tienen que ver con la ‘traición’ y la ‘deserción’: Gonzalo Guerrero y José María Barrera. Por un lado, Guerrero se ha constituido como el paradigma del desertor, el defensor de los mayas, el primer mestizo (o defensor del mestizo) de México. Por otro, Barrera ha pasado mucho más desapercibido y ha sido casi olvidado por la crítica. El profesor Jáuregui trató de demostrar la importancia de la historiografía y la actitud del historiador para resaltar u olvidar a ciertas figuras en la medida en que sirven como paradigma para la historia presente del estudioso, constituyen una continuación en el presente de aquello que se está narrando del pasado.
Gonzalo Guerrero apenas aparece en la historiografía del siglo XVI, o al menos no con el nombre con el que lo conocemos ahora. Aparece por primera vez en 1534, en el juicio de residencia de Hernán Cortés, quien habla de un renegado pero con un nombre diferente; después, en 1536 aparece en la «Carta del Gobernador Andrés de Cereceda» bajo el nombre de Gonzalo Aroça. El cronista Fernández de Oviedo habla de él como «Gonzalo» a secas, y finalmente es López de Gómara quien lo convierte en Gonzalo Guerrero. Según Rolena Adorno, Guerrero no es una figura histórica, sino mítica. Su historia se ha clasificado como una invención colonial, y frente a él, el otro náufrago, Jerónimo de Aguilar, representa al anti-Guerrero, sobre todo a partir de la crónica de Bernal Díaz del Castillo, quien se identifica más con la figura de Guerrero.
En la historiografía del siglo XIX, Gonzalo Guerrero ocupa también un lugar especial. El profesor Jáuregui se centró en el historiador Eligio Ancona y en sus obras La cruz y la espada (1886, novela en la que reimagina literariamente a Guerrero) y la Historia de Yucatán (1878, 5 tomos), para enlazar la historia de Guerrero con la de Barrera, en la medida en que ambos se constituyen como ‘traidores’. En efecto, el soldado José María Barrera desertó de las filas del gobierno yucateco para unirse a los mayas rebeldes a mediados del siglo XIX. Por su parte, Ancona escribe su obra en plena Guerra de Castas, que tuvo lugar en Yucatán entre 1847 y 1901. De este modo, el profesor Jáuregui quiso poner en práctica la propuesta historiográfica de Benjamin, basada en la descontextualización radical de un episodio histórico para explicar todo aquello que el devenir de la historia invisibiliza en su propia narración, llevada a cabo siempre por los vencedores. Una sesión muy lúcida que finalizó con un debate interesante.
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