Duodécima sesión: el imperio hispano en estado de guerra permanente

DSCN7400El miércoles pasado día 7 de mayo tuvimos el honor de contar con la presencia del profesor Fernando Rodríguez de la Flor, quien nos ofreció un panorama de las representaciones pictóricas y literarias de las guerras y batallas del imperio hispano (y en algunos casos, la ausencia de las mismas). Partiendo aproximadamente de la muerte de Felipe II, en 1598, como punto de inflexión clave en la reorganización del imperio, Rodríguez de la Flor presentó al heredero Felipe III como un rey que jugaba con los mundos, manteniendo sus difíciles equilibrios en el aire. En efecto, la monarquía hispana pretendía el dominio universal, el anhelo de convertirse en una monarquía católica, tal y como lo muestra Baltasar Campuzano y Sotomayor con su fórmula «Planeta católico».

DSCN7408Para la consecución de este deseo se cuenta con una organización militar y un dispositivo bélico dignos de un imperio. Sin embargo, el espacio militar es uno de los más oscuros y difíciles de desentrañar por historiadores y críticos, a pesar de que constituyó siempre la mayor preocupación de monarcas y políticos. Por otra parte, la situación de guerra es una para todos los territorios, pero no es idéntica en cada uno de ellos. Así lo muestra la situación de guerra americana, donde, en palabras de Rodríguez de la Flor, encontramos una guerra «desregularizada». En América la guerra no es como en Europa, donde las situaciones bélicas eran presenciadas por nobles, y donde existían unas reglas militares bien definidas. Quizá por esto la guerra americana no se podía representar tal y como se representaba en Europa, puesto que para la conquista de América no se llevó a cabo una guerra «regular», donde los nobles pactaban e intervenían, donde ambos bandos contaban con las mismas armas, donde se establecía un campo de batalla y donde se permitía a los vencidos huir con honor.

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La expansión del imperio hispano en el siglo XVII se topa de frente con un mundo siempre por conquistar, un mundo cuya dominación nunca se da por terminada. La guerra española es, según Rodríguez de la Flor, una guerra inconclusa. Entonces no había fórmulas con las que representar ese tipo de guerra sin normas, sin sus teóricos y sin sus prácticas; por eso quizá son tan escasas las representaciones pictóricas barrocas de guerras americanas. Cualquier tipo de imagen de estas batallas tendría que presentar a los españoles con arcabuces y otras armas de fuego, que eran mal vistas por los teóricos militares. Así, este abuso tecnológico mostraría una guerra salvaje, «a sangre y a fuego», que no era propia de los territorios europeos. Finalmente, quizá tengamos que acudir a la épica para encontrar retratos de lo que fueron estas guerras y este despliegue militar del imperio hispano, que constituye uno de los orígenes del nacimiento de la leyenda negra.

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